28.9.08

Nosotros. Todos.

Hace unos días tuve un sueño muy peculiar. Estaba yo sola en un cuarto muy oscuro sentada en el suelo y a mi alrededor sentía pasos, murmullos y risas. No veía de dónde provenían, pero sí los sentía cada vez más cerca. Cerré los ojos esperando que así todo desapareciera. Al abrirlos me sorprendí, el sitio oscuro en el cual había estado sentada se encontraba ahora iluminado y podía ver a muchas personas mirándome con una sonrisa en el rostro. Algunas de ellas me ayudaron a levantarme y otras tantas me invitaron a tomar asiento en una mesa circular. Ya estando todos reunidos empezamos a conversar, la clase de conversación que vale la pena tener. Conocí a fondo a cada uno y sentí que podía confiar en ellos. Pasadas unas horas decidí que era hora de irme a casa, me levante de mi asiento y me despedí. Me miraron sorprendidos y un anciano, el mayor de todos, me dijo: “¿Qué no ves que estas en casa? Éste es tu lugar, aquí perteneces. Tenemos una misma razón de ser y nos complementamos unos a otros. No te vayas.” Dudé un instante, quedarme implicaba no volver. Pero volver a dónde. Pensé en lo que me dijo y miré a mi alrededor. Grandes y chicos, de todos los colores, a pesar de las diferencias evidentes no los sentía diferentes a mí. Ciertamente me sentía en casa. Me sentía en mi lugar. Volví a tomar asiento lentamente y sonriendo les dije: “No me iré. Quiero ser parte de ustedes. Quiero ser parte de nosotros”

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